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Contaminación acústica en los mares afecta los cetáceos.

Las ballenas se ven afectadas por la contaminación acústica, abandonando sus hábitats naturales.

Proteger Nuestros Océanos

Constantemente hemos insistido al igual que muchas personas, organizaciones y gobiernos de diversos países en todo el mundo, sobre la importancia de proteger nuestros océanos, además de los serios y evidentes problemas que la contaminación está produciendo en sus ecosistemas.

Lastimosamente, los océanos son seriamente impactados por otro tipo de contaminación que no es tan evidente para el ojo humano, se trata de la contaminación acústica en los mares. Un enemigo invisible que generando desequilibrios en los ecosistemas marinos.

Los usos y prácticas que desarrollamos los humanos en los océanos están rompiendo el equilibrio de los ecosistemas por la cantidad de ruido que generan. Expertos como el biólogo marino francés Michel André, investigador del Laboratorio de Aplicaciones Bioacústicas de la Universidad Politécnica de Cataluña, han identificado 3 fuentes principales de este contaminante sonoro: el ruido de las naves, la exploración petrolera y de gas y el sonar militar.

Los grandes buques de carga internacional, los superpetroleros y los barcos de crucero turísticos, están las 24 horas en constante movimiento, produciendo ruidos con sus motores, hélices, generadores y resto de maquinaria. La mayoría de estos ruidos dominan rangos de frecuencia de entre 20 y 300Hz, el mismo rango utilizado por muchas especies de ballenas para comunicarse. Esto dificulta su comunicación y el distinguir los ruidos naturales con los mecánicos, provocando accidentes como colisiones contra las naves, una de las principales causas de muertes de ballenas en el mundo.

Sonar militares generan contaminación acústica

Los sonar militares emiten altísimas frecuencias que podrían hacer encallar grupos enteros de ballenas.

Además, cuando estos ruidos son muy constantes, inclusive si son en frecuencias bajas, pueden provocar que peces y algunas especies de ballenas y mamíferos marinos abandonen sus hábitats confundidos y tratando de huir del molesto e incesante sonido, provocando estrés y muchas veces encallamientos.

Se calcula que diariamente hay 60.000 buques de carga navegando simultáneamente y a esto hay que sumarle la creciente exploración petrolera off shore y la detección de minerales y otros recursos.

La industria petrolera y de gas genera sonidos fuertes y continuos a través de operaciones de pruebas sísmicas, las tuberías y la construcción de plataformas, la remoción y perforaciones. Para la prospección de petróleo se utilizan bombas o las llamadas pistola de aire array, que producen pulsos de sonidos increíblemente fuertes dirigidas a las estructuras geológicas.

Estas explosiones por lo general son generadas en lapsos de 10 a 60 segundos durante días o meses, ahuyentando a la fauna marina en la zona. Este problema es especialmente grave en el Golfo de México, la costa de California, el Golfo Pérsico, el Mar del Norte y la costa de Brasil.

Sin embargo, como lo explica André, prácticamente no hay rincones en el océano sin contaminación acústica, porque las propiedades de propagación del sonido en el agua hacen que viaje a una velocidad cinco veces superior a lo que lo haría en el aire, por lo que “se oye mucho más lejos y, además, se va sumando.

André, lleva desde el 2015 trabajando en el proyecto 20,000 sonidos bajo el mar, un trabajo que finalizará en 2019 y con el que se espera confeccionar un mapa de lo que se escucha en el fondo de los océanos para registrar el impacto humano en este entorno y ya le ha valido, el galardón de la Sociedad Geográfica Española en la categoría de ‘Investigación’.

Consecuencias irreversibles

La contaminación acústica rompe los ecosistemas marinos.

La contaminación acústica está afectando el comportamiento de ballenas y otras especies de fauna marina.

A pesar que apenas se están estudiando las consecuencias de la contaminación auditiva, ya se han detectado interesantes cambios en los comportamientos de ciertas especies de peces y cetáceos. Según Robert Dziak, investigador de la Universidad Estatal de Oregón, en Estados Unidos, las ballenas azules podrían estar cambiando la frecuencia y el tono de sus cantos para poder comunicarse mejor en medio del ruido que produce en el mar las hélices y los motores de las embarcaciones.

En un principio se creía que las ballenas barbadas creaban sus cantos soplando aire en las cámaras de resonancia en su interior, lo que significaba que el tono dependía del tamaño del mamífero y no podía cambiarlo. No obstante, el estudio asegura que las ballenas en realidad soplan aire en sus cuerdas vocales y pueden cambiar la frecuencia a su antojo, soplando más lento o más rápido.

Otro estudio realizado por Universidad de Exeter en el Reino Unido logró determinar importantes cambios en el comportamiento de los peces limpiadores, -aquellos que retiran parásitos a otros peces- cuando se les expone al ruido de las lanchas a motor.

Según explica la canadiense Sophie Nedelec, en la publicación de la revista Scientific Reports, la eliminación eficaz de parásitos por parte de los limpiadores es fundamental para la salud, la abundancia y la diversidad de los peces en los arrecifes de coral. Esta interacción es preocupante por la resistencia de los sistemas de arrecifes de coral que actualmente están expuestos a múltiples amenazas. Sin embargo, mientras se les expone a estos sonidos, los peces limpiadores son más propensos a mordisquear la capa mucosa protectora de sus clientes en lugar de limpiarlos de parásitos. Por su parte, los peces clientes son más propensos a estarse quietos y dejar que esto suceda, lo que sugiere un deterioro cognitivo en una o ambas partes.

Para los científicos, estos resultados ponen de relieve la necesidad de controlar el ruido artificial en los océanos. Esto es un llamado para que todos nos preocupemos más y busquemos formas de incentivar a los gobiernos en regular las prácticas humanas en los océanos y así reducir el impacto de este contaminante e invisible enemigo de los mares.

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