Por siglos las mujeres no han tenido en sus manos un adecuado acceso a la tierra, aun cuando sus prácticas de producción han sido las más sostenibles. Las cifras de la ONU indican que el 80 % de las personas desplazadas por el cambio climático son mujeres. Impedir que las mujeres sean propietarias de tierras y otros bienes las hace más vulnerables a los impactos climáticos, y esto tiene consecuencias con ramificaciones para todas y todos.

Por esto, eliminar las leyes discriminatorias y las prácticas culturales que restringen los derechos de herencia y propiedad de las mujeres, es fundamental para que puedan mitigar y adaptarse a los impactos de la crisis climática y ambiental.

Según la organización Landesa, en el planeta más de 400 millones de mujeres trabajan en la agricultura, produciendo la mayor parte de los alimentos del mundo. Un ejemplo de esto se puede evidenciar en África subsahariana y Asia, donde las mujeres representan entre el 60 y el 80 % de la mano de obra agrícola. Sin embargo, las mujeres son propietarias de menos del 20 % de las tierras del mundo, y las agricultoras carecen de igualdad de derechos para poseer tierras en más de 90 países.

La posesión de la tierra para las mujeres, permite crear riqueza y proporciona estabilidad social y económica. Especialmente en el Sur Global, donde la agricultura de subsistencia es una fuente vital de alimentos e ingresos, así, el acceso a la tierra es una parte importante para la supervivencia, la justicia social, las identidades culturales y el desarrollo sostenible.